Hace
unos años escribí un artículo sobre la psicología del deporte en Venezuela,
apropósito de los resultados olímpicos en Pekín, en ese momento resaltaba que “Al
pensar en deporte en Venezuela, y en nuestros atletas en las olimpíadas, es
necesario poder entender los factores psicológicos que pueden incidir, de
manera positiva y negativa, en el rendimiento y desempeño deportivo (…)
nuestros atletas son personas, y como personas sienten, piensan y actúan,
necesitan entonces, como todos, entender que parte de la formación y
entrenamiento debe incluir los aspectos psicológicos que influyen en el
rendimiento deportivo.”
El deporte, por su propia naturaleza, es una actividad que pone
a prueba las capacidades del ser humano en todas sus dimensiones (no sólo la
física) constantemente. Como afrontamos una situación deportiva particular, la
interpretación que demos a nuestro rendimiento y a los resultados, y el
aprendizaje que estemos abiertos a obtener de la misma, es una de las variables
más importantes que determinaran nuestro futuro en esa actividad. Muchas veces hemos visto atletas con
potencial físico y técnico impresionante, que lamentablemente decaen y no se
desarrollan profesionalmente debido a factores asociados con problemas
psicológicos, tales como manejo de la ansiedad, confianza, motivación y en
casos más emblemáticos a nivel mediático, problemas asociados a consumo de
sustancias ilícitas.
El entrenamiento psicológico consiste precisamente en la toma de
conciencia de estos aspectos y el desarrollo de habilidades que pueden marcar
una diferencia significativa, no sólo en el resultado de un juego, sino en la
entera gestión de carrera de un deportista.
Al igual que cualquier otro entrenamiento, requiere práctica, constancia
y compromiso del atleta, así como la participación y conocimiento de las
personas significativas a él (entrenadores, padres, etc.).
En
este sentido, hacemos referencia en Focus
al entrenamiento psicológico como algo esencial, invisible pues a la vista pero
clave en un momento determinante de un partido, combate o carrera. Invitamos
entonces a preguntarse, ¿Es esta característica de invisibilidad, excepto
quizás en la conducta que puede demostrar un atleta (que puede o no ser
necesariamente reflejo de su estado interno), la que puede hacernos pensar o
suponer que estas son características innatas, que la persona “debería” saberlo
y/o manejarlo? ¿Es algo frecuente juzgar
errores asociados a factores como la ansiedad, concentración o motivación como
una muestra de debilidad? Pues así como el deportista debe entrenar para
perfeccionar sus técnicas (lanzar una curva, lograr precisión en un pase largo,
ejecutar un buen revés), así también debe entender sus aspectos psicológicos,
como elementos que debe atender, entrenar y comprender. Muchas veces esto se desestima por parte de
atletas y/o entrenadores por pensar que son características que ya están
establecidas y no se pueden mejorar, desconocimiento de las técnicas, pensar
que solo es útil para “deportistas con problemas” (confundiendo el
entrenamiento psicológico con la psicoterapia) o a veces simplemente por falta
de tiempo.
Actualmente,
a diferencia de hace unos años, veo con satisfacción como en nuestro país crece
el interés y la importancia de considerar los factores psicológicos como
elementos claves en el rendimiento deportivo. La inclusión cada vez mayor de
psicólogos en organizaciones deportivas, la creación de Unidades gremiales y
estudios académicos en el área, son indicadores significativos de nuestro
avance en la disciplina. Finalmente,
insisto en la idea que el entrenamiento psicológico no solo ayuda a optimizar
el máximo rendimiento de un atleta, sino que le da herramientas para crecer
como ser humano y contribuye a su salud integral.